Ciudades biofílicas: cuando la naturaleza vuelve al centro urbano

Durante años, el crecimiento de las ciudades no ha ido de la mano de la creación de espacios verdes en los núcleos urbanos. El cemento, el asfalto y los edificios de hormigón marcaron el paisaje urbano sin incluir un entorno natural. Sin embargo, cada vez más urbes están recuperando esa conexión esencial con la naturaleza y redescubriendo el valor de integrar la vida vegetal y animal en su tejido urbano. Es el caso de las ciudades biofílicas, un concepto que está transformando el modo en que concebimos y vivimos los espacios urbanos y que pone a la naturaleza en el centro. Sevilla, con sus raíces mediterráneas y su firme apuesta por la sostenibilidad, ya forma parte de esta tendencia global.

Pero ¿qué es una ciudad biofílica? El término “biofilia” proviene del griego y significa “amor por la vida”. Aplicado al urbanismo, una ciudad biofílica es aquella que integra la naturaleza en su diseño, planificación y funcionamiento. Se trata de una filosofía urbana que reconecta a las personas con el mundo natural en su día a día.

En una ciudad biofílica, los parques no son islas verdes aisladas, sino que forman parte de un ecosistema urbano interconectado que incluye espacios verdes, tejados ajardinados, paredes verticales vegetales, espacios naturales restaurados e infraestructura verde que favorece la biodiversidad. Esta integración mejora el entorno y la calidad de vida de quienes lo habitan.

La biofilia urbana no es una moda pasajera, sino una respuesta necesaria al cambio climático y a los desafíos medioambientales de las ciudades del siglo XXI. Suponen una solución sostenible ya que mitigan el efecto isla de calor gracias a la vegetación, que reduce la temperatura ambiente y mejoran la calidad del aire, al absorber contaminantes y producir oxígeno. Además, favorecen la gestión del agua al permitir una mejor infiltración y reducir el riesgo de inundaciones, fomentando la biodiversidad urbana al ofrecer hábitats para aves, insectos y pequeños mamíferos. Resultan fundamentales para garantizar el bienestar emocional y físico de las personas, al generar espacios más saludables y agradables.

Cada vez más ciudades están abrazando esta visión. Algunas de las más emblemáticas ya sirven de inspiración a nivel internacional. Probablemente el ejemplo más conocido de ciudad biofílica sea Singapur, una ciudad jardín donde la naturaleza ha sido integrada como un elemento estratégico en su desarrollo urbano. Con iniciativas como los Jardínes de la Bahía o los famosos jardines verticales Super trees, el país asiático ha demostrado que la innovación tecnológica y la vegetación pueden convivir en perfecta armonía. Más del 47% de su territorio está cubierto de vegetación, y su planificación urbana está guiada por el principio de “ciudad en un jardín”.

En Europa, Milán representa el ejemplo de ciudad biofílica con el Bosco Verticale, un conjunto de rascacielos que incorporan más de 20.000 plantas y árboles en sus fachadas. Este proyecto reduce la contaminación y el ruido y actúa como refugio para especies urbanas, creando una nueva estética verde en el paisaje urbano.

En España también contamos con varios ejemplos de ciudades biofílicas, como es el caso de Barcelona, que lleva años apostando por una planificación urbana más verde. A través del proyecto de «supermanzanas» o «superilles”, ha conseguido reducir el tráfico, aumentar los espacios peatonales e introducir más vegetación en sus calles. La ciudad está transformando su estructura para dar más protagonismo a la vida en un entorno natural.

Sevilla también está avanzando con paso firme hacia un modelo de ciudad biofílica. Con un legado histórico que ya incorporaba patios verdes y arquitectura adaptada al clima, la capital andaluza está sumando ahora nuevas iniciativas, como el proyecto de Parque Guadaíra, que conecta el casco urbano con espacios naturales y fomenta la movilidad peatonal y ciclista, y el Corredor Verde Metropolitano, una ambiciosa red de itinerarios naturales que enlazan espacios verdes a lo largo del área metropolitana. La ciudad andaluza muestra un compromiso con la sostenibilidad también incluyendo cubiertas vegetales y soluciones basadas en la naturaleza en proyectos de rehabilitación urbana y eficiencia energética. Estas acciones no solo mejoran la sostenibilidad ambiental, sino que posicionan a Sevilla como ejemplo de cómo las ciudades históricas pueden evolucionar sin perder su identidad.

La transformación hacia una ciudad biofílica es una estrategia que genera beneficios en diferentes aspectos. A nivel ambiental, la vegetación urbana reduce las emisiones de CO₂, mejora la calidad del aire, disminuye el ruido y protege la biodiversidad. Por otra parte, los espacios verdes fomentan la cohesión social, invitan a la convivencia y mejoran la salud física y mental de la población. Numerosos estudios demuestran que vivir cerca de zonas verdes reduce el estrés y mejora el estado de ánimo. Otro aspecto fundamental es a nivel económico, ya que la biofilia urbana aumenta el valor del suelo, fomenta el turismo sostenible, reduce costes sanitarios y atrae inversión. Además, genera empleo en sectores como la jardinería, el paisajismo o la rehabilitación verde.

La urbanización creciente, el cambio climático y la crisis de biodiversidad hacen necesario reintegrar la naturaleza en las ciudades. Este modelo biofílico ofrece una alternativa para construir entornos urbanos más humanos, resilientes y sostenibles. Desde Singapur a Sevilla, pasando por Milán o Barcelona, los ejemplos demuestran que es posible crear ciudades donde la tecnología, la planificación urbana y la naturaleza trabajen juntas.

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